#Trini, trini, trini, jova, jova… Recep Tayyip Erdogan por Turquía, Sheikh Tamim al-Thani por Qatar y Donald Trump por Estados Unidos, quien dice ser el artífice de la reconciliación. Ni Israel ni Hamas estuvieron presentes. La paz se proclamó, pero sin los protagonistas del conflicto, lo que nos lleva a cuestionar el compromiso real con el acuerdo y de qué manera este se traducirá en acciones más allá del papel.

La liberación de los rehenes israelíes y de los presos palestinos ya ha sido un primer paso, pero son muchos más los hechos necesarios para recuperar la esperanza y la confianza en una paz sostenible. En el centro del escenario, poniéndose la medalla de pacificador, Donald Trump. El mismo que durante años alentó políticas de confrontación, respaldó la expansión de asentamientos y retiró fondos a la Agencia de Ayuda a Refugiados Palestinos.

Ahora anuncia un plan de paz con un alto al fuego, la liberación de rehenes, el desarme de Hamas y la creación de un gobierno de transición bajo supervisión internacional. En teoría, un marco para reconstruir Gaza; en la práctica, un plan lleno de ambigüedades. No está claro quién gobernará, cómo se garantizará el desarme, ni qué pasará con los millones de palestinos desplazados o bajo bloqueo.

Mientras se habla de paz, la ayuda humanitaria sigue siendo insuficiente: muchas zonas carecen de agua, luz y servicios básicos. La verdadera paz no se construye con discursos ni medallas, sino con justicia, responsabilidad y memoria. Esperamos que esta vez las promesas se conviertan en hechos duraderos.